El hombre todavía tenía las manos llenas de cicatrices. Habían pasado tres semanas desde el bombazo estadounidense que derribó su casa en Basra, Irak, y aquellas marcas eran resultado de la misión desesperada de retirar los escombros para rescatar los cadáveres de su familia. Empezó a las 5.30 de la mañana del 5 de abril de 2003, minutos después del ataque, y no recuperó el cuerpo de su hijo hasta las 4 de la tarde. Marc Garlasco caminaba por dentro del cráter que había dejado la bomba y entrevistaba al hombre como parte del equipo de investigación de Human Rights Watch (HRW).