En julio se cumplió una década desde que un sonriente y confiado Rodrigo Rato, pulgar en alto, agitara la campana de la Bolsa de Madrid, dando comienzo a la cotización de Bankia. Aquella operación no salió bien, los problemas que se intentaron acallar se hicieron más patentes y acabó con un rescate multimillonario tras haber tenido que reformular unas cuentas que afloraban unas pérdidas abultadas frente a los beneficios anunciados inicialmente. Fueron 22.000 millones de euros, más otros casi 2.000 millones a BMN, absorbida años después por el banco público.