Algo se mueve entre Italia y China. Quizás sea que haya llegado al país transalpino esa mano invisible del gigante asiático que la segunda potencia económica mundial ha ido hilvanando desde hace un par de decenios, especialmente en África y en América Latina. Es una de las lecturas que baraja un mercado perplejo y que tira de memoria reciente para vincular el extraño y meteórico repunte de las exportaciones italianas de los últimos dos meses con esa Diplomacia Panda -sosegada, pero proactiva- que Pekín desarrolla.
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