Detrás de las rosas que engalanan las casas de los enamorados por el día de San Valentín se esconden historias de resiliencia de las cultivadoras colombianas que cada año cortan con destreza esas flores y las empacan en ramos para que lleguen a medio mundo.
Desde los aviones que sobrevuelan la capital colombiana se puede otear el manto blanco de los invernaderos que cubren unas 7.700 hectáreas de la Sabana de Bogotá, una zona en la periferia de la capital colombiana que resguarda las flores que hacen de Colombia el segundo exportador de rosas del mundo, con más de cien destinos internacionales.
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