Levantarse, dar el desayuno, limpiar la casa, hacer la compra, cocinar, recoger, planchar, ir al tinte, preparar la cena, contestar al timbre y al teléfono, estar pendiente de la medicación, ocuparse de la segunda residencia y de la familia extensa en vacaciones, no incomodar a los señores, ser discreta, descansar los domingos, ahorrar para mandar dinero a la familia –la de verdad–, tratar de conseguir los papeles. Y vuelta a empezar.
En los diecinueve años que han pasado desde que Tere (nombre ficticio) llegó a España desde su Paraguay natal, su rutina ha sido más o menos esa.
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