El hundimiento político y económico de Líbano y el intento de Francia de encontrar una solución a esa crisis es uno de los muchos ejemplos de cómo la inestabilidad en el Mediterráneo es una amenaza siempre presente y de las respuestas que los gobiernos europeos pueden aportar, no siempre con éxito. Países como Francia, España o Italia han intentado que el eje mediterráneo sirva como contrapeso a las prioridades habituales de la UE, muy condicionadas por el peso de Alemania y las relaciones con Rusia.