Tras la muerte de Franco, en los clubes, boîtes y salas de fiestas, la chica que más trabajaba era el transformista. Fue la época del destape y de las revistas con mujer desnuda en las páginas centrales; fue la época de los primeros porros y del Perich y de Forges con sus viñetas de humor inteligente.
Pero también fue la época de ese humor chusco y folclórico donde los chistes de mariquitas se vendían en los expositores de las gasolineras. Una de las que más vendía era La Esmeralda de Sevilla, a la que conocí una noche de finales de siglo en una caseta de feria.