En realidad Reino Unido tendría que haber dejado la UE el 29 de marzo. Pero resulta que el acuerdo de retirada pactado hace casi un año entre el Gobierno británico y la Unión Europea no terminó de gustar al Parlamento británico. Y como Theresa May fue incapaz de convencer a sus diputados, se tuvo que marchar a su casa.
Pero el nuevo inquilino de Downing Street tiene el mismo problema. Lo que pasa es que, como Boris Johnson tiene menos remilgos democráticos que May, pretende cerrar el Parlamento británico para no necesitar su apoyo para una salida por las bravas de la UE el 31 de octubre, la última fecha límite pactada entre Londres y Bruselas.
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