Durante los años noventa, las redes de captación de Al Qaeda atraían a jóvenes europeos de origen árabe a los campos de entrenamiento situados en países como Afganistán. Lo hacían ocultos a los ojos del mundo, pero todo cambió con los atentados del 11 de septiembre de 2001. Muchos de esos jóvenes captados por el terrorismo islamista acabaron encerrados en Guantánamo y otros lugares de reclusión, donde Estados Unidos aplicó diferentes tipos de tortura y violó los derechos humanos de los retenidos, con la coartada de la lucha contra el terror.