El teatro es un ejercicio de perspectiva que va y viene, del pasado al presente, con la intención de ubicar las preocupaciones y los debates que parecen nuevos. Es reflexión iluminada, pensamiento en acción. Belleza y compromiso. Ese es, al menos, el teatro que defienden Juan Diego Botto y Sergio Peris-Mencheta, que en Una noche sin luna dirige a su compañero actor por uno de los papeles de su vida: Federico, en defensa de su libertad de expresión. Botto-Lorca está sublime en la precisión con la que el intérprete define un personaje fundado en la independencia de pensamiento y de creación.