“La muerte del señor Byne constituye una verdadera pérdida para el arte español”. Esta lapidaria afirmación corresponde al obituario del “ilustre hispanófilo y arquitecto norteamericano” Arthur Byne, publicado en el diario ABC tras su muerte, el 16 de julio de 1935. Aquel supuesto “hispanófilo” era, en realidad, uno de los agentes internacionales de arte más importantes de Europa, el principal proveedor del magnate estadounidense William Randolph Hearst. Paradójicamente, no fue su fallecimiento lo que supuso una “verdadera pérdida” para el patrimonio español, sino —muy al contrario— su actividad en vida.
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