La economía digital ha transformado el trabajo de los artistas. La música, la escritura y las artes visuales que sustentan las sociedades están, todavía hoy, buscando la fórmula mágica que les permita florecer al mismo tiempo que ser rentables. Porque hablar de la producción cultural en la era de Internet, aunque a veces no se aborde, también significa hacerlo de los gastos de alquiler de la vivienda y los estudios, del incremento de las matrículas en las escuelas de arte o de los trabajadores gig. Es decir: empleos esporádicos y a corto plazo que no permiten ni estabilidad ni proyección de futuro.
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